Bueno. Indignémo­nos.

El árbol de la Ciencia, de Pio Baroja, escrita en 1911

Andrés Hurtado, (Pio Baroja), charla con su tio Iturrioz.

Poco después salía Iturrioz a la azotea.
—¿Qué, te pasa algo? —le dijo a su sobrino al verle. —Nada; venía a charlar un rato con usted.
—Muy bien, siéntate; yo voy a regar mis tiestos. Iturrioz abrió la fuente que tenía en un ángulo de la te­rraza, llenó de agua una cuba y comenzó con un cacharro a echar agua en las plantas.
Andrés habló de la gente de la vecindad de Lulú, de las escenas del hospital; como casos extraños, dignos de un co­mentario; de Manolo el Chafandín, del tío Miserias, de don Cleto, de doña Virginia...
—¿Qué consecuencia puede sacarse de todas estas vidas? —preguntó Andrés al final.
—Para mí la consecuencia es fácil —contestó Iturrioz con el bote de agua en la mano—. Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros. Plantas, microbios, animales.
—Sí, yo también he pensado en eso —repuso Andrés—; pero voy abandonando la idea. Primeramente el concepto de la lucha por la vida llevada así a los animales, a las plan­tas y hasta los minerales, como se hace muchas veces, no es más que un concepto antropomórfico, después, ¿qué lucha por la vida es la de ese hombre don Cleto, que se abstiene de combatir, o la de ese hermano Juan, que da su dinero a los enfermos?
- Te contestaré por partes —repuso Iturrioz dejando el bote para regar, porque estas discusiones le apasionaban—. Tú me dices, este concepto de lucha es un concepto antro­pomórfico. Claro, llamamos a todos los conflictos lucha, porque es la idea humana que más se aproxima a esa rela­ción que para nosotros produce un vencedor y un vencido. Si no tuviéramos este concepto en el fondo, no hablaría­mos de lucha. La hiena que monda los huesos de un cadá­ver, la araña que sorbe una mosca, no hace más ni menos que el árbol bondadoso llevándose de la tierra el agua y las sales necesarias para su vida. El espectador indiferente, como yo, ve a la hiena, a la araña y al árbol, y se los expli­ca. El hombre justiciero le pega un tiro a la hiena, aplasta con la bota a la araña y se sienta a la sombra del árbol, y cree que hace bien.
—Entonces, ¿para usted no hay lucha ni hay justicia?
—En un sentido absoluto, no; en un sentido relativo, sí. Todo lo que vive tiene un proceso para apoderarse pri­mero del espacio, ocupar un lugar, luego para crecer y multiplicarse; este proceso de la energía de un vivo con­tra los obstáculos del medio, es lo que llamamos lucha. Respecto de la justicia, yo creo que lo justo en el fondo es lo que nos conviene. Supón en el ejemplo de antes que la hiena en vez de ser muerta por el hombre mata al hom­bre, que el árbol cae sobre él y le aplasta, que la araña le hace una picadura venenosa, pues nada de eso nos pare­ce justo, porque no nos conviene. A pesar de que en el fondo no haya más que esto, un interés utilitario ¿quién duda que la idea de justicia y de equidad es una tenden­cia que existe en nosotros? ¿Pero cómo la vamos a reali­zar?
—Eso es lo que yo me pregunto: ¿cómo realizarla?
¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? —siguió diciendo Iturrioz—. Bueno. Indignémo­nos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarla? Matémosla. Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te re­pugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino: Homo, homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre?” Está bien. En cuatro o cinco mil años lo podremos conseguir. El hombre ha hecho de un carnívoro como el chacal un omnívoro como el perro; pero se necesitan mu­chos siglos para eso. No sé si habrás leído que Spallanzani42 había acostumbrado a una paloma a comer carne, y a un águila a comer y digerir el pan. Ahí tienes el caso de esos grandes apóstoles religiosos y laicos; son águilas que se ali­mentan de pan en vez de alimentarse de carnes palpitantes, son lobos vegetarianos. Ahí tienes el caso del hermano Juan...
—Ese no creo que sea un águila ni un lobo.
—Será un mochuelo o una garduña, pero de instintos perturbados.
—Sí, es muy posible —repuso Andrés—; pero creo que nos hemos desviado de la cuestión; no veo la consecuencia.
—La consecuencia a la que yo iba era ésta, que ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hom­bre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anoma­lía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.
—De manera que, según usted, el que quiera hacer algo tiene que restringir su acción justiciera a un medio pequeño.
—Claro, a un medio pequeño; tú puedes abarcar en tu contemplación la casa, el pueblo, el país, la sociedad, el mundo, todo lo vivo y todo lo muerto, pero si intentas realizar una acción, y una acción justiciera, tendrás que restringirte hasta el punto de que todo te vendrá ancho, quizá hasta la misma conciencia.
Es lo que tiene de bueno la filosofía –dijo Andrés con amargura -le convence a uno de que lo mejor es no hacer nada.


Por hoy tienes más que suficiente, pues si estas leyendo a Don Joaquin Costa, ... esto te vendra hasta pequeño.

3 comentarios:

la Mari dijo...

Justicia comtemplativa o a pequeña escala es para personas con perspectiva , no es valida para el obrero que esta en la obra trabajando por "cuatro duros" trabajando mas horas que tiene el día y una familia a su cargo, y que a costa de su trabajo mal remunerado el empresario se va de comidonas con los amiguetes, y a jugar al padem y al golf.Este obrero piensa que el sistema no es justo,y se rie de la politica del bienestar social,quiere cambiar algo pero es una pieza de un engranaje en que cuando una de las piezas falla siempre hay un repuesto.

la Mari dijo...

Donde puse "comidonas" quise decir "comilonas".

la Mari dijo...

Donde puse "comidonas" quise decir "comilonas".

Vacios

Sabes que es lo malo de vivir una vida vacía ? Pues que solo la puedes llenar con ficción o terminar de vaciarla precipitándose al vacío.  L...